La cantidad de energía utilizada por un sistema de radar puede variar significativamente dependiendo de factores como su tamaño, frecuencia de operación, potencia de salida y ciclo de trabajo. Los pequeños sistemas de radar portátiles utilizados para aplicaciones de corto alcance suelen consumir cantidades relativamente pequeñas de energía, a menudo en el rango de unos pocos cientos de vatios a unos pocos kilovatios. Por el contrario, las instalaciones de radar a gran escala, como las que se utilizan para vigilancia de largo alcance o con fines militares, pueden consumir varios megavatios de energía durante su funcionamiento. El consumo de energía está impulsado principalmente por la necesidad de generar y transmitir señales electromagnéticas, que son esenciales para detectar y rastrear objetivos en diferentes distancias y condiciones.
Los sistemas de radar utilizan energía electromagnética en forma de ondas de radio o microondas para transmitir señales y recibir reflejos de los objetivos. Estas señales son generadas por transmisores de radar, que convierten la energía eléctrica en radiación electromagnética. La frecuencia y longitud de onda de la radiación dependen del diseño y aplicación del sistema de radar. Los receptores de radar capturan las señales reflejadas y las transforman en energía eléctrica para su procesamiento y análisis. La energía utilizada en los sistemas de radar se monitorea y regula cuidadosamente para garantizar un funcionamiento eficiente y al mismo tiempo minimizar la interferencia con otros dispositivos electrónicos y garantizar que se cumplan los estándares de seguridad.
La radiación de radar, particularmente en el rango de frecuencia de microondas, generalmente se considera segura dentro de los límites de exposición establecidos y las pautas reglamentarias. La radiación electromagnética emitida por los sistemas de radar no es ionizante, lo que significa que carece de energía suficiente para ionizar átomos o moléculas en el tejido biológico. Como resultado, la radiación del radar no representa un riesgo significativo de daño directo a las células humanas o al ADN. Sin embargo, la exposición a campos de radar de alta intensidad cerca de la antena o la exposición prolongada durante períodos prolongados puede provocar efectos de calentamiento localizados en los tejidos, que generalmente se gestionan mediante protocolos operativos de seguridad para mitigar los posibles riesgos para la salud.
La duración de un pulso de radar, conocida como ancho de pulso o duración de pulso, varía según el sistema de radar específico y sus requisitos operativos. Los pulsos de radar pueden variar desde microsegundos hasta milisegundos de duración, y los pulsos más cortos generalmente se usan para aplicaciones que requieren una detección de objetivos precisa y de alta resolución. El ancho del pulso afecta las características de rendimiento del radar, como la resolución del alcance, que determina la capacidad del radar para distinguir objetivos muy cercanos. Los ingenieros de radar seleccionan cuidadosamente la duración del pulso en función de factores como las capacidades de alcance deseado, el tamaño del objetivo y las condiciones ambientales para optimizar el rendimiento del radar para aplicaciones y escenarios operativos específicos.